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sábado, 30 de mayo de 2015

Las desconocidas ideas libertarias de Albert Camus

Juan Eduardo Rivas ∗
La libertad es una palabra sublime que designa una gran cosa que no dejará nunca de electrizar los corazones de todos los hombres. Mijail Bakunin
El reverendo Martin Luther King, uno de los activistas más importantes en la lucha pro derechos civiles de los afro-americanos en los Estados Unidos, expresó: “La humanidad está esperando por algo que no sea una ciega imitación del pasado. Si realmente queremos dar ese paso hacia delante, si queremos pasar la página y poner en movimiento un nuevo hombre, debemos hacer que la humanidad se aparte del camino de la larga y desolada noche de la violencia. […] Debemos ser los martillos que moldeen la nueva sociedad, más que yunques moldeados por el pasado. Entonces no solamente encontraremos el hombre nuevo, sino que también nos traerá una nueva especie de poder. […] Será un poder infundado de amor y de justicia, que cambiará el oscuro ayer en un brillante mañana, y nos sacará de la fatiga y de la desesperación para conducirnos a la esperanza.”
 
Las elocuentes palabras de quien fuese asesinado por defender las ideas de una “sociedad libre del racismo y la discriminación”, adquieren un relevancia ineludible para las nuevas generaciones que desean un mundo mejor, sobretodo en estos tiempos en que la humanidad transita por oscuros senderos, donde la macro-estructura de la globalización está “a la vuelta de la esquina” y sus insospechadas consecuencias son “pan nuestro de cada día”.
 
Junto a este nuevo orden mundial, han reaparecido las viejas ideas libertarias, que provocan escozor en el establishment. Su protagonismo induce a la confusión e incertidumbre, situación aprovechada por una “misteriosa conjura” que buscan establecer en la opinión pública, una satanizada imagen del anarquista como acérrimo enemigo de la civilización, que sólo ansía hacerla volar en mil pedazos. Este dantesco preludio, no se condice con los postulados de los precursores de las ideas ácratas: William Godwin, Max Stirner, Pierre-Joseph Proudhon, Mijail Bakunin, Piotr Kropotkin, León Tolstoy yBenjamín R. Tucker. Para un estudio más detallado de la historia del pensamiento libertario, se recomienda las siguientes obras: Max Nettlau, La anarquía a través de los tiempos(Barcelona-1935); Daniel Guèrin, L´Anarchisme (París, 1965) y Ángel Cappelletti, La ideología anarquista (Montevideo, 1989).
 
Sobre la génesis de este ideario, Patrick Rossineri señala que si bien, “algunos autores remontan la genealogía del anarquismo a la filosofía antigua, encuentran sus raíces en las comunas libres del medioevo, o en las utopías concebidas en la Reforma y el Renacimiento, […] el anarquismo surge y da sus primeros pasos como consecuencia del impacto de las ideas de la Ilustración y de la Revolución Francesa de 1789.” Sus antecedentes inmediatos pueden encontrase “en los inicios de la revolución industrial y de la era de la burguesía y del capitalismo. […] Saint‑Simon, Owen, y sobre todo Fourier compartían el ideal y la meta de un socialismo antiautoritario y no estatal, es decir, libertario.” No obstante, “el primero que usó la palabra anarquista en sentido positivo, con el propósito de autodefinirse dentro del abigarrado cuadro de las ideologías en la Francia de 1848, fue Pierre Joseph Proudhon.” Este ideólogo francés (1809-1865), estudió en el Colegio de Besançon y posteriormente ejerció el oficio de tipógrafo. En 1840, publicó su obra ¿Qué es la propiedad? o Investigaciones sobre el principio del derecho y del gobierno [Qu´ est-ce que la propriéte? Ou recherche sur le principe du droit et du gouvernement], que lo hará famoso en París, Francia y el mundo. Sin embargo, Proudhon “fue criticado duramente por Marx, quien en un inicio lo admiraba; su obra Filosofía de la miseria [Systemè des contradictions économiques ou Philosophie de la misère] originó una violenta respuesta de Marx en la Miseria de la filosofía.” (5) Esta controversia provoca el distanciamiento de estos pensadores socialistas. Según Ángel Cappelletti –doctor en filosofía de la Universidad Nacional de Buenos Aires y destacado docente en Argentina, Uruguay, México, Costa Rica y Venezuela–, este hecho induce a que algunos historiadores desconozcan o consideren “al anarquismo como ideología marginal absolutamente minoritaria y desdeñable. Otros, por el contrario, saben lo que el anarquismo significa en la historia de las ideas socialistas y comprenden bien su actitud frente al marxismo, pero precisamente por eso se esfuerzan en olvidarlo o desvalorizarlo como fruto de inmadurez revolucionaria, utopismo abstracto, rebeldía artesanal y pequeña burguesa.”
 
En cuanto a la etimología de la palabra anarquía, Daniel Guèrin dice que “deriva de dos voces del griego antiguo: αν [an] y αρξη [arjé], y significa, aproximadamente ausencia de autoridad o de gobierno. Pero, por haber reinado durante miles de años el prejuicio de que los hombres son incapaces de vivir sin la una o el otro, la palabra anarquía pasó a ser, en un sentido peyorativo, sinónimo de desorden, de caos, de desorganización”. Para lidiar con estas ambiguas aprehensiones, el agitador italiano Errico Malatesta –uno de los grandes teóricos del anarquismo moderno- señala que el pensamiento libertario “trata de cambiar el modo de vivir en sociedad, de establecer entre los hombres relaciones de amor y solidaridad, de conseguir la plenitud del desarrollo material, moral e intelectual, no para un solo individuo, ni para los miembros de una dada clase o partido, sino para todos los seres humanos, y esto no es una cosa que pueda imponerse con la fuerza, sino que debe surgir de la consciencia iluminada de cada uno y actuarse mediante el libre consentimiento de todos.”
 
En Latinoamérica, uno de aquellos que ha desarrollado una extensa labor en desmitificar los prejuicios que las ideas libertarias arrastra por siglos, el sociólogo y escritor argentino Christian Ferrer, plantea: “La gente por lo general cree que el anarquista es una especie de terrorista nihilista que no cree en nada y que quiere destruir todo, o bien una persona que quiere cortar el tránsito e impedir que las cosas circulen normalmente, pero bueno, ¿qué es lo que la gente no cree, no? […] La palabra rebelde no goza de buena salud, por un lado porque aparece como una actitud adolescente, infantil; por otra parte porque aparece como una actitud de época donde todo el mundo es rebelde para luego, con la madurez, dejar de serlo. ¡Ser joven no es lo mismo que ser anarquista! […] Con pegar cuatro gritos al aire y salir con un aerosol de vez en cuando a la calle no se es anarquista, es caer en el viejo pecado de la juventud: pasar por una juventud pecaminosa para obtener una madurez virtuosa. Algo para asustar a la tía, nada más.” Sobre lo expuesto anteriormente, el periodista chileno Nibaldo Mosciatti, señala que “el anarquismo, que a veces algunos toman como un traje a la moda, es, a todas luces, algo muy serio. Creo que no hay cosa más difícil que ser auténtico anarquista o auténtico cristiano. […] También hay que decir que, incluso hoy, acudir a la expresión del anarquismo es una forma fácil de descalificación”. Por lo tanto, se hace necesario señalar la concienzuda opinión de Clotario Blest, sobre los malogrados libertarios chilenos: “Yo conocí mucho a los anarquistas, porque había gran confraternidad con nosotros, los cristianos, los que teníamos una tendencia de redención del pueblo. […] Teníamos grandes discusiones, pero siempre lo hacíamos fraternalmente. […] Pero tenían un gran defecto. Eran excesivamente rigurosos en lo moral. Quizás se les pasaba la mano. El anarquista no podía fumar, no podía beber, […] no podía tener su hogar bien constituido. Entonces la clase trabajadora no se atrevía.”
 
Disipar los pretéritos prejuicios y distorsiones, que se encuentran enquistadas en nuestras “conciencias”, son motivos suficientemente implacables para dejarnos cautivar por la inédita obra del investigador alemán LOU MARIN, titulada ALBERT CAMUS. Su relación con los anarquistas y su crítica libertaria de la violencia.
 
Esta obra es una colección de ensayos sobre la posición libertaria del “hijo del Mediterráneo”: Albert Camus y su impacto de sus contribuciones periodísticas a la prensa pacifista, anarquista y sindicalista; El Genio Libertario. La solidaridad de Albert Camus con los exiliados españoles en el exilio; La recepción de la obra de Albert Camus por parte de los anarquistas en los países anglófonos y germanófonos y Albert Camus y su crítica libertaria de la violencia. Además, esta obra incorpora una serie de escritos de Camus: Rebeldía y romanticismo; El pan y la libertad; Nuestros hermanos de España; Prefacio a la España libre y Diálogo en defensa del diálogo. Finalmente, se suma a esta publicación los artículos Saludos a Albert Camus, escritor de la libertad [Le Monde Libertaire] y Camus, el grande. Un novelista, un poeta, un anarquista [Solidaridad Obrera]. Este libro, permitirá desentrañar una faceta desconocida del pensamiento político de Camus y su estrecha cercanía a las ideas libertarias. “Muy a menudo utilizó  su fama y su notoriedad para intervenir en la prensa denunciando la persecución de militantes anarquistas, o para sensibilizar a la opinión pública.”
 
Albert Camus nació en Mondovi, Argelia, en el seno de una familia de colonos franceses, en el departamento de Constantina, el 07 de noviembre de 1913. Sus padres son Lucien Camus y Catherine Sintés. “Cursa las primeras letras en una escuela comunal y sus estudios secundarios, becado, en el Liceo de Argel. Se aficiona desde muchacho a la lectura; lee tempranamente a Gide, a Montherlant, a Malraux. También se aficiona al fútbol: defiende el arco del Racing Universitaire, de Argel, hasta que una tuberculosis lo aleja de las canchas y de su familia. […] Emprende sus estudios superiores y publica sus primeros artículos en una revista, Sud. […] En 1936, redacta su tesis de filosofía, titulada Metafísica cristiana y neoplatonismo.” En 1942, se radica definitivamente en Francia. Durante la Segunda Guerra Mundial, colabora en el periódico clandestino Combat, órgano de la resistencia francesa contra los nazis. Cuando la “Ciudad Luz” es liberada de las fuerzas de ocupación alemana, Camus escribe: “En la noche de agosto [1944] París dispara todas sus balas. En este inmenso escenario de piedras y de agua, alrededor de este río de olas cargadas de historia, se han levantado una vez más las barricadas de la libertad. Una vez más la justicia debe comprarse con la sangre de los hombres.” Posteriormente, Camus alzó su voz para denunciar el uso de la bomba atómica por Estados Unidos en contra de las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagazaki. Nibaldo Mosciatti nos explica este episodio: “La bomba de Hiroshima se lanza un día lunes 06 de agosto de 1945. Dos días después, en la editorial de Combat, él habla contra esa hecatombe, a pesar que en París fue acogida con gozo, por que era la certeza de que se acababa la guerra y además se ponía de rodillas al enemigo. Camus dice:la civilización mecánica acaba de alcanzar su último grado de salvajismo. Será preciso elegir en un futuro más o menos cercano entre el suicidio colectivo o la utilización inteligente de las conquistas científicas. Mientras tanto, es lícito pensar que hay cierta indecencia en celebrar así un descubrimiento que se pone en primer lugar, al servicio de la más formidable furia destructora de que el hombre haya dado prueba desde hace siglos. Por lo tanto, la ciencia ha consagrado –con la bomba de Hiroshima- el crimen organizado.”
 
Las obras más conocidas de Albert Camus son El Extranjero (1942) y La Peste (1947). Sin embargo, El Hombre Rebelde (1951), será su obra más polémica. Las repercusiones que provocó, se extendieron más allá de las tierras galas. Este magistral ensayo, comienza con estas palabras: “Hay crímenes de pasión y crímenes de lógica. La frontera que los separa es incierta. Pero el Código Penal los distingue, bastante cómodamente, por la premeditación. Estamos en la época de la premeditación y del crimen perfecto. Nuestros criminales no son ya esos muchachos desarmados que invocaban la excusa del amor. Por el contrario, son adultos, y su coartada es irrefutable: es la filosofía, que puede servir para todo, hasta para convertir a los asesinos en jueces.” Si bien, la publicación de este libro sella definitivamente la ruptura entre Camus y cierta izquierda ortodoxa adscripción al sistema soviético, “su mensaje sí que fue comprendido por los anarquistas y los sindicalistas revolucionarios de Francia, puesto que los menciona a ambos explícitamente y establece una clara distinción entre el socialismo libertario y el socialismo autoritario. El tema principal de la obra es cómo llevar a cabo una revolución sin recurrir al terror o al empleo de los métodos cesáreos. Habla, entre otros, de Bakunin y de Netchaev.” José María Fernández Paniagua, señala que “para Camus, lo que diferencia al movimiento de rebeldía de una revolución, es que ésta tiene aspiraciones políticas y económicas. En la teoría, la palabra revolución posee el mismo sentido que en astronomía: movimiento que se cierra sobre sí mismo, que pasa de un gobierno a otro después de una traslación completa. La revolución empezaría a partir de la idea, con su inserción en la experiencia histórica, mientras que la rebeldía es el movimiento que conduce de la experiencia individual a la idea”.
 
En la edición de Ni víctimas ni verdugos –a manera de prólogo-, Luís Di Filippo, escribió La emoción libertaria de Camus, en donde señala que “sus libros, tanto como su actuación en la resistencia francesa y su posterior actitud polémica sobre los problemas políticos que se plantearon, no autorizan a juzgarlo con justicia sino como un rebelde, aún dentro del campo revolucionario.” Además, “tuvo el valor de luchar contra las dos corrientes espurias de la revolución; las que aparecen representadas bajo las vagas denominaciones políticas de izquierda y derecha, aparentemente en muchos aspectos discordes, pero que actúan con el común denominador de la exaltación del Estado y de la voluntad de poderío. Cada una de estas corrientes cultiva su filosofía, como si el culto de la violencia ciega necesitase, para expresarse, de muletas filosóficas prácticamente superfluas.”
 
El 10 de diciembre de 1957, Albert Camus recibió el Premio Nóbel de Literatura. Durante la ceremonia oficial, realizada en el Ayuntamiento de Estocolmo [Suecia], pronunció las siguientes palabras: “Cada generación, sin duda, se cree predestinada para rehacer el mundo. La mía sabe, sin embargo, que no lo rehará. Pero quizás su tarea es mayor. Consiste en impedir que el mundo se deshaga. Heredera de una historia corrompida en la que se mezclan las revoluciones decadentes, las técnicas que se han hecho demenciales, los dioses muertos y las ideologías extenuadas; en las que poderes mediocres pueden hoy destruir todo, pero ya no saben convencer; en las que la inteligencia se ha rebajado hasta hacerse servidora del odio y de la opresión, esta generación ha tenido que restaurar en sí misma, a partir de sus únicas negaciones, un poco de lo que constituye la dignidad de vivir y del morir.”
 
A fines del año pasado, un periódico español publicó el suplemento especial: Camus, 100 años de rebeldía, en el cual destaca un artículo del filósofo francés Michel Onfray, que señala: “Nunca fue, ni aquí ni en las demás ocasiones, un doctrinario, ni un seguidor de la ortodoxia, ni un pensador sistemático, de modo que no es anarquista como discípulo, sino como maestro. […] Su invento del pensamiento libertario en el siglo XX cogió a todo el mundo desprevenido, incluidos, y quizás sobre todo, a los anarquistas enquistados. Su trayectoria singular nos ofrece lecciones para inventar el pensamiento libertario del mañana. ¡Nunca se ha recurrido tanto a un filósofo para disipar el nihilismo de nuestra época decadente!”
 
En Chile, el centenario del natalicio de este notable escritor argelino-francés, se conmemoró con un simposio internacional. La conferencia inaugural estuvo a cargo de Marie Thérèse Blondeau, vice-presidenta de la Société des Études Camusiennes, con su ponencia Actualidad y vigencia del pensamiento de Albert Camus en Francia, de la que presentamos el siguiente extracto: “Ahora Camus es visto muchas veces, primero como un intelectual comprometido con todos los combates de su tiempo. La resistencia, no con las armas sino con la pluma, como testifica Lettres a un ami Allemand, la lucha contra el franquismo, contra el estalinismo. Se comprometió  en contra de la represión soviética, debido a la rebelión de los obreros de Berlín Este en 1956 o la insurrección de Hungría del mismo año. Protestó constantemente contra la pena de muerte, que den unció también en su obra de ficción L´Etranger. Siempre denunció las injusticias, en particular las cometidas por la colonización. […] Pero Camus es también un artista, que se propone dos tareas: el servicio de la libertad y de la verdad. En el discurso de Estocolmo define el papel del artista en Europa. Para él el silencio ya no es posible: Cualquier artista, hoy en día, está embarcado en la galera de su tiempo. El artista, como los demás,  debe remar a su vez sin morir si puede, es decir, siguiendo, viviendo y creando.” Además, este simposio contó con la destacada participación de Inés de Cassagne, Joaquín Fermandois, Nibaldo Mosciatti, Eduardo Paz Leston y Rubén Maldonado.
En este contexto, se realizó la presentación del libro ALBERT CAMUS. Su relación con los anarquistas y su crítica libertaria de la violencia, que estuvo a cargo del filósofo Iván Trujillo y el historiador Claudio Rolle. En su intervención, el destacado historiador señaló: “Creo que […] el texto de Lou Marin va siguiendo una línea, un recorrido, un itinerario intelectual de Camus, en diálogo con este mundo libertario, que pone de manifiesto esta línea de la búsqueda de la consecuencia y de la autoexigencia de Camus. Busca fundamentalmente comprender ese mundo libertario anarquista. […] Lou Marin trata de poner en evidencia las distintas etapas de un pensamiento complejo, contradictorio, un pensamiento que está atravesado de tensiones por las circunstancias de la Guerra Fría. Me parece que el texto de Lou Marin nos invita a incorporarnos y hacer que esas preocupaciones –de hace más de cincuenta años-, vuelvan a estar vigentes entre nosotros.”
 
Albert Camus murió en un extraño accidente automovilístico, el 04 de enero de 1960 en Chapelle Champigny, Francia. “El día de su entierro, en el último adiós, el ministro André Malraux resumió en unas pocas palabras: Hacía ya más de veinte años que la obra de Camus era inseparable de la obsesión por la justicia. Despedimos a uno de aquellos por los que Francia se mantiene presente en el corazón de los hombres.”
 
* Juan Eduardo Rivas: (1973) nació en la ciudad de Puerto Montt, región de los Lagos. Realizó sus estudios en el Colegio Arriaran Barros y en la Escuela de Administración. Fundador e integrante –por diez años- de Ediciones Espíritu Libertario. Junto a Nibaldo Mosciatti (Periodista PUC y editor general de Radio BIO-BIO), realizó la investigación “Apuntes sobre el viaje de ALBERT CAMUS a Chile”. Actualmente es representante legal de EUTRAPELIA Libros. 
 
 
* Este ensayo se encuentra inscrito en el Departamento de Derechos Intelectuales; Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos (DIBAM); bajo el Registro de Propiedad Intelectual Nº 242.618.
 
 Post-Data:
 
El libro ALBERT CAMUS. Su relación con los anarquistas y su crítica libertaria de la violencia está disponible en EUTRAPELIA Libros, San Ignacio de Loyola Nº 75 Local 21, Centro Comercial LA GALERÍA, Santiago - Chile. Estación Metro LA MONEDA.

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