LA SOCIEDAD ENFERMA: EL TRIUNFO DE LOS PSICÓPATAS
No hace falta ser muy observador para darse cuenta de que el sistema capitalista ha implantado un modelo de vida, en el sentido amplio de la expresión, que conduce irremediablemente a la aniquilación de cualquier tipo de vida. Este modelo se fundamenta entre otras cosas en la constante explotación de todos los recursos y seres disponibles en pos de una constante acumulación de riqueza y poder.
Esta necesidad imperiosa de anclar todos los aspectos de nuestra vida a la obtención de dinero, ha llevado a tener que relegar toda forma de vida con visos colectivos para dejar paso a la atomización absoluta. De ahí a la legitimación de cualquier estrategia y recurso para imponernos al “otro” hay un paso (y lo hemos dado sin dudar ni un instante).
Toda esta deriva social se ve constantemente alentada por un sistema que se encarga de oprimir cualquier intento de resistencia y de construcción alternativa que pueda surgir (gracias al excelente trabajo realizado por su maquinaria propagandística y de adiestramiento).
Así pues, tenemos asentadas las bases de una sociedad enferma o, más bien, deberíamos decir deliberadamente enfermada.
¿Por qué hablamos de deliberadamente enfermada?
En el plano físico parece más que evidente que el modelo capitalista en su constante explotación de los seres vivos y los entornos naturales donde viven, nos conduce sin remedio a la enfermedad. A estas alturas es imposible negar la degradación ambiental del planeta: amplias zonas del planeta esquilmadas, desertizadas, arrasadas en nombre del beneficio (por supuesto del económico, porque es el único tipo de beneficio que importa en este sistema) inmediato; obviando la condena a muerte que supone para millones de seres vivos (entre los que nos encontramos, por si alguien piensa que sólo hablo de “bichitos y plantitas”). La sobreproducción del modelo capitalista conduce, inevitablemente, a la sobreexplotación y con ello a la muerte. Por otro lado, ese afán de producir y acumular beneficio ha propiciado unos éxodos masivos de seres humanos, facilitando el desarraigo y la total desconexión entre personas y entre las personas y la naturaleza catalizando, de esta forma, la propagación de la enfermedad social.
El constante desprecio que el modelo capitalista muestra por el bien común, se demuestra nuevamente en la mercantilización absoluta de todo lo imprescindible para la vida humana (agua, tierra, alimentación, salud… incluso el aire que respiramos a través de ese nauseabundo engendro del mercado de emisiones) Por supuesto, como todo lo que toca el capitalismo, todos estos elementos han sido condenados a muerte y, por ende, nosotros con ellos: aguas contaminadas y esquilmadas, tierras roturadas hasta la saciedad exprimidas de todo nutriente y envenenadas con todo tipo de productos químicos, alimentados desnaturalizados fruto de su producción artificial, la salud como objeto de negocio a base de grandes farmacéuticas que nos enferman y nos convierten en sujetos dependientes de sus drogas, aire irrespirable…
Desde el punto de vista humano, todo esto se traduce en cientos de millones de víctimas mortales y miles de millones de esclavos al borde de la deshumanización.
Este sistema tiene incalculables efectos negativos como hemos visto. Sin embargo, como integrante de eso que se ha dado en llamar “sociedad occidental” (rica y poderosa según los cánones capitalistas) me interesa, también, profundizar en los efectos que tiene el capitalismo en el plano psicológico.
Como hemos dicho, la atomización social es evidente y esto ha ido de la mano de la creación de un individualismo exacerbado. La estrategia capitalista es evidente, el aislamiento de los individuos relegan al olvido las soluciones colectivas. De tal forma se sustituyen los valores de cooperación y solidaridad por los de competitividad y egoísmo. Fruto de esta evolución se impone un nuevo modelo psicológico triunfante: se encumbra la personalidad psicopática. No deja de ser curioso que el modelo psicológico que el capitalismo alimenta como deseable socialmente se diagnostique oficialmente como un trastorno antisocial de la personalidad.
La característica principal de los psicópatas es que tienen anestesia selectiva afectiva, es decir, no sienten culpa pero sí emociones como la ira o la tristeza. Sólo les mueve su propio interés y para llegar a ello, que es obtener dominio y poder sobre su ambiente, pueden llegar a simular amor, compasión… sólo hasta conseguir sus objetivos. Cualquier estrategia es válida para conseguir sus fines que son anular la voluntad del otro para explotarlo, atacarlo y demostrar su superioridad y su desprecio. Algo muy importante es que el psicópata tiene la capacidad de juicio conservada, es decir, sabe la diferencia entre lo que está bien y lo que está mal pero no le importa.
A continuación, se enuncian algunas características que definen la personalidad psicopática:
1) Locuacidad y encanto superficial
2) Autovaloración exagerada – Arrogancia
3) Ausencia total de remordimiento o culpa
4) Manipulación ajena y utilización de la mentira y el engaño como recurso
5) Ausencia de empatía en las relaciones interpersonales
6) Impulsividad
7) Ausencia de autocontrol
8) Irresponsabilidad
9) Estilo de vida parásito
No hace falta ser muy observador para ver que ésta es la personalidad que impera en todas las esferas donde hay poder en juego. Así, vemos cómo estos rasgos descritos coinciden con lo que se observa en el mundo de la política profesional, de la empresa, de los cuerpos policiales y el ejército. Es decir, en lo que constituye los pilares del sistema. Sin embargo, el verdadero triunfo del capitalismo en este sentido es que ha conseguido expandir este modelo psicológico, no sólo a los centros de control y poder (lo cual le permite dirigir con mano de hierro la sociedad global) sino a todos y cada uno de los rincones de la sociedad. Así se ha conformado una sociedad psicológicamente enferma donde todo vale con tal de ser el primero.
Estos son los mimbres con los que se enfrenta cualquier alternativa que intenta construirse partiendo de la recuperación de lo colectivo.
Si bien la personalidad psicopática como tal se supone que es innata, no es menos cierto que a lo que este artículo se refiere es al aprendizaje cultural que hacemos las personas, ya que al observar cuál es el modelo de persona triunfadora tendemos a imitarlo, con todas las consecuencias negativas que ello supone. Por eso es necesaria una urgente desprogramación cultural y un reaprendizaje de aquellos valores que ensalzan lo común frente a lo individual, la cooperación frente a la dominación. En definitiva aquellos valores que propicien una sociedad donde las relaciones de poder no tengan cabida. Este proceso sólo es posible desde el inicial reconocimiento por parte de cada uno de nosotros. De lo erróneo de este sistema dominado por psicópatas que, como ya hemos dicho, sólo buscan su satisfacción personal, representada en la obtención de poder y dominio sobre los demás, sea como sea.
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