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domingo, 30 de agosto de 2015


DEMOCRACIA Y AUTORITARISMO

en la cultura de las izquierdas

Si en el sueño mismo de la utopía no está la democracia, es prácticamente segura su transformación en fe, mística, fanatismo y mesianismo, hasta obligarnos a aceptar lo inaceptable y creernos lo increíble. Todo ello respetable en iglesias o en la intimidad de los seres humanos, pero nunca en el contrato social.
Tengo frente a mí dos fotografías de una misma persona: Vsevolod Meyerhold. Se trata del gran innovador del teatro contemporáneo y creador de la biomecánica, amigo de Mayakovski y, como él, revolucionario soviético de la primera hora. Para quien no esté familiarizado con el teatro, Meyerhold fue también el gran rival de Stanislavski. Más joven y mucho más audaz, mientras Stanislavski representaba el psicologismo burgués, Meyerhold formaba parte de las vanguardias que pretendían cambiar forma y fondo con un arte nuevo.
El arresto de Meyerhold
Bajo el terror de Stalin, quien sólo entendía el arte a la manera de las estampitas católicas, cursis y propagandísticas del siglo XIX, Meyerhold, Malevich, Kandinski, Mayakovski o Einsestein, entre centenares de grandes artistas, fueron victimados. En cambio, el buen burgués Stanislavski fue canonizado si no para la eternidad al menos hasta nuestros días. Pero, en reconocimiento a la rectitud y la capacidad de admiración del buen burgués, sea dicho que Stanislavski tuvo el talento suficiente para proteger a su rival de la furia stalinista. Sin embargo, al morir Stanislavski, Vsevolod Meyerhlod fue arrestado por la NKVD, en 1939, torturado y finalmente fusilado en 1940. Su delito: oponerse al realismo socialista cuya teoría aún hoy informa mucho de la práctica cultural de las izquierdas.
En la primera de las fotos que están frente a mí, Meyerhold encarna a Iván el Terrible. Su trabajo actoral debe haber influido en la imagen cinematográfica que diera Eisenstein al Zar de todas las Rusias, y que despertara la furia de un Stalin que se vio reflejado. Tiene mucho de pope o de jesuita. Y bien sabemos que las mayores alturas del poder han vestido esas telas, o los correspondientes uniformes militares ferozmente sobrios.
Meyerhold como Iván el Terrible
La mirada que habita esta fotografía parece clavarse en la otra, la de un preso fichado por la NKVD un 20 de junio, para ser fusilado seis meses después. Un rostro que expresa mucho más que cualquier discurso sobre el fracaso de la Revolución de Octubre y los anhelos justicieros del socialismo internacionalista. El rostro de la pesadilla en que acabó el imperativo de Rimbaud en la Comuna de París: “¡Debemos cambiar la vida!”
¿En qué momento se desvió eso que arrancara como un sueño de voluntades múltiples por el socialismo y por la construcción de la utopía para convertirse en el Terror? ¿Cómo entender que los hombres del arte y de la cultura, crema y nata de la intelectualidad en las izquierdas fueran cómplices o, al menos, guardaran silencio ante juicios y purgas que se sabía existentes?
No puedo dudar de la buena voluntad de miles de heroicos militantes a muchos de los cuales he conocido, he llamado camaradas, he admirado y aun he seguido. Inclusive, tampoco puedo dudar de mí, cuando, acrítico, justifiqué por años la dictadura castrista hasta la crisis del Mariel, cuando perdí la fe.
¿Por qué? Estoy seguro de que por algo definido como “mística”. Paradójicamente para los materialistas, hablo de una “fe” y de una “mística”, y ambos conceptos obligan a aceptar el principio, quiérase jesuítico o maquiavélico, de que el fin justifica los medios; o el farisaico de que es válida la tortura y la muerte de un justo si son para bien de un pueblo.
No sé si el Gulag ya estaba en Marx pero sí creo que hay una intuición profética en Proudhon al dirigirle estas palabras:
Después de haber demolido todos los dogmas a priori, no caigamos, a nuestra vez, en la contradicción de vuestro compatriota Lutero; no pensemos también nosotros en adoctrinar al pueblo; mantengamos una buena y leal polémica. Demos al mundo el ejemplo de una sabia y previsora tolerancia, pero, dado que estamos a la cabeza del movimiento, no nos transformemos en jefes de una nueva intolerancia, no nos situemos como apóstoles de una nueva religión, aunque ésta sea la religión de la lógica.
Más ante un problema teológico que lógico se encontraba Meyerhold, ahí en los umbrales de las santas celdas inquisitoriales. En la fotografía que ha llegado hasta nosotros encuentro esa agonía del militante ante el fracaso de la razón y el triunfo de un dictador que se sentía enviado por Dios.
En su ceja derecha la decisión de un luchador del siglo XIX, a la cual define in extremis esta frase del Catecismo revolucionario atribuido a Bakunin y Nechaiev: “El revolucionario es un hombre condenado por anticipación”. En la ceja izquierda, el terror ante Iván el Terrible. Condenado por anticipación, sí, pero condenado por el capricho temporal y olímpico de un dictador cuya efigie ha vuelto a ser izada, en estos días y en este tiempo en nuestro país, tan lejano del suyo, por quienes se sienten radicales al hacerlo. Fanáticos, no desmemoriados sino ignorantes de su propia historia.
En la fotografía que ha llegado hasta nosotros encuentro esa agonía del militante ante el fracaso de la razón y el triunfo de un dictador que se sentía enviado por Dios.
Pero en la foto de Meyerhold estamos casi siete décadas antes. En la quijada apretada hasta romperse los dientes está la dignidad de un hombre puro, quizás a la manera en que Camus definió a los justos. Un último gesto impide el grito ante el verdugo tal vez por no darle la satisfacción de mostrarse roto. Sus ojos casi blancos tienen la chispa roja de la indignación revolucionaria, como una gota de sangre sobre esas inmensas praderas de la Rusia que lo vio nacer. A un mismo tiempo, entre la decisión salvaje y el miedo está la enorme amargura de quien ha sido traicionado por lo más sagrado. Traicionado por una dictadura que se declara proletaria mientras canoniza al arte burgués y asesina a otros como él, a Mayakovski, a Einsenstein y a muchísimos más que ahí recuerda.
Como ahí Meyerhold se debió recordar vestido de Iván el Terrible y se debió sentir inclinado sobre sí mismo. Las potencias del teatro se volvieron actuantes para grabarse en las placas fotográficas. Parábola que va de la imagen de un actor que interpreta a la imagen dolorosa de un hombre al cual humilla la ficha carcelaria. Y en el dibujo de esa parábola, ¿cómo explicarse que las propuestas revolucionarias fueran tronchadas por el capricho omnipotente a quien el mundo entero accedió a ver como encarnación de la Revolución sobre la tierra?
Las respuestas parecen superar la lógica y adentrarse en los espacios de la metafísica. Por eso estoy cierto de que tenía razón Proudhon al pedir el laicismo.
Estoy cierto de que el manoseo de palabras como “fe”, “mística”, “carisma”, “fanatismo”, aun en los ámbitos más inocuos o deleznables de la cultura del espectáculo, demuestra no sólo el triunfo de la teología sobre la semántica, sino el fracaso así sea irónico del laicismo ante una teología que se quiere racional, materialista, justiciera y revolucionaria.
El peligro estaba en la cuna misma del socialismo, utópico o científico, en el justo momento en que el poder se convertía en metafísica, en don gratuito para ser encarnado en alguien, para que éste alguien se declarara un nuevo Mesías.
Cada vez veo con mayor claridad que si en el sueño mismo de la utopía no está la democracia, es prácticamente segura su transformación en fe, mística, fanatismo y mesianismo, hasta obligarnos a aceptar lo inaceptable y creernos lo increíble. Todo ello respetable en Iglesias o en la intimidad de los seres humanos, pero nunca en el contrato social.
Esta tarde no sólo tengo entre mis manos estas fotografías, sino también la obligación moral de denunciar lo que suponen. El horror no puede repetirse, ni en los jugueteos de los skinheads ni en los símbolos de la ultra ni en los llantos ante la decrepitud de dioses en la tierra, llámense Juan Pablo II o Fidel Castro.
Porque también tiene Fidel Castro centenas de rostros como el de Meyerhold que ofrecer a la conciencia de las izquierdas. Si no puedo dejar de nombrar, por afinidades y por admiración, simplemente a dos de ellos, José Lezama Lima y Reynaldo Arenas, sé que las cárceles cubanas están llenas hoy de disidentes.
Después de todo, sabemos que, así como a Stalin le gustaban las estampitas devotas para su hagiografía personal, Fidel Castro nada más ha elogiado a un poeta, el indio Naborí. En nada puede sorprendernos luego de recordar el fervoroso salmo, digno de los cantos de cualquier liturgia, que el recientemente desaparecido poeta dedicara al Comandante en enero de 1959:
¡Fidel, fidelísimo retoño martiano, / asombro de América, titán de la hazaña, / … / Y esto que las hieles se volvieran miel, / se llama… / ¡Fidel! / Y esto que la ortiga se hiciera clavel, / se llama… / ¡Fidel! / … / y esto, esto que la sombra se volviera luz, / esto tiene un nombre, sólo tiene un nombre… / ¡Fidel Castro Ruz!
El conservadurismo hasta lo grotesco de los mesías está en la cultura de nuestras izquierdas, en su inconsciente colectivo, y, fácilmente, con sólo repetir la consigna aparentemente justiciera y a fuerza de gritos invertebrados, el mesianismo está volviendo al proscenio y ocupando un lugar que ya le había sido arrebatado por el simple hecho de sacar a la luz fotos como ésta que se nos habían ocultado hasta la caída del Muro de Berlín. El mesianismo parecía haber desaparecido por el simple hecho de contar la verdad.
Pero, hoy que reaparece, creo que el único camino para detenerlo es hablar de democracia. Democracia no como un segundo momento sino como la exigencia inicial para cualquier lucha que no quiera terminar a la sombra caprichosa de un dictador. Y una exigencia sine qua non de la democracia es el laicismo.
Hoy, en nuestros países, resucitan viejas teologías con otros rostros.
Hoy, en nuestros países, resucitan viejas teologías con otros rostros. Lamentablemente, reaparece la figura de Stalin en los mítines, al tiempo que asistimos a la resurrección de un castrismo ya decrépito junto al ascenso de una figura que hace unos años hubiera resultado inexplicable, y más en el siglo XXI, como es la de Hugo Chávez.
Otra vez las liturgias fanáticas justo cuando mejor sabemos que el laicismo es fundamental para la cultura de las izquierdas. Mientras se exige con toda justicia la separación del Estado de las iglesias así como las leyes de todas las creencias, volvemos a caracterizar al Estado como una Iglesia. Aunque disfrazada, esta paradoja de Iglesia “laica” sobrevive en la cultura de las izquierdas. Y especialmente en el inconsciente colectivo de luchadores, intelectuales y artistas que se caracterizan por su laicismo.
Paradójicamente, inclusive del juarismo se ha hecho una religión, y se sigue peregrinando al santuario mientras se busca cobijo bajo el águila juarista para rezar un miserere a quien debería de ser imagen serena del laicismo. En la gira juarista por la República legítima, cuando el líder carismático, elegido por el dedo de Dios, manda al diablo las instituciones, está instituyendo una legitimidad mística, justo en las antípodas de la legalidad juarista.
Hay en la cultura de nuestras izquierdas, desde el inicio, una tendencia a la clericalización de su estructura formal. Por lo tanto, se desprecia a la parte secular, los laicos entre sus militantes, que vienen a ser llamados simplemente “la base”, con idéntico paternalismo al de los clérigos que los llaman “el pueblo”.
Cuando aparecen los líderes carismáticos es preciso recordar que carisma significa elección divina, así sea en un cónclave, en un pleno de comité central o a mano alzada en el Zócalo.
En un programa de televisión que conduce con Federico Reyes Heroles, Jesús Silva-Herzog Márquez lanzó una provocación a uno de los dirigentes de la corriente de Nueva Izquierda del PRD. Se refirió a Andrés Manuel López Obrador como un cacique, y Zambrano reviró: “No. Un líder carismático”. Si el priismo creó caciques, la teología de las izquierdas, así se llamen nuevas, proclama al líder carismático.
Vale la pena subrayar que, en todos los casos, aun en el vendedor de puerta en puerta y en el comprador de lotería, en la estrellita que llena locales o en el animador televisivo, “fe” habla de certeza ante lo revelado, “mística” deriva de una experiencia del misterio, “fanatismo” viene de fanum, templo, y “carisma”, ya dijimos, significa don gratuito de Dios a un elegido para que éste lo reparta entre las masas.
Y también vale la pena puntualizar que justamente porque Zambrano, con Jesús Ortega, es de los “chuchos”, considerados enemigos del cacique elevado a la suprema dignidad de líder carismático, se siente obligado a utilizar las fórmulas que el lópezobradorismo quiere oír. Para evitar ser llamados traidores o siquiera antagonistas, entonan la salmodia, al menos hasta las próximas elecciones internas del PRD.
Cuando aparecen los líderes carismáticos es preciso recordar que carisma significa elección divina, así sea en un cónclave, en un pleno de comité central o a mano alzada en el Zócalo.
Por eso, tan sólo desde una perspectiva teológica se pueden entender las declaraciones de Jesús Ortega acerca de que “Echeverría es un niño comparado con los ilícitos cometidos por Fox”, que El Universal consignó el 22 de febrero de 2007. Vuelto teólogo escolástico, Ortega entiende que Fox atacó al enviado de Dios, y eso es blasfemia mientras que Echeverría solamente es culpable de genocidio. Por más cantidad de muertos, desaparecidos o torturados que pesen sobre una conciencia, la blasfemia, el pecado contra el Espíritu Santo nunca podrá ser igualado.
Con su inteligencia y con las flechas certeras de su ironía, Carlos Monsiváis, en Las herencias ocultas, señalaba el peligro que para la historia de México supuso otra figura carismática, la de Santa Anna. Más allá de cualquier lógica, los llamados de las masas a don Antonio López de Santa Anna suponían la fe y movían el fanatismo. Y Monsiváis caracteriza así al personaje: “El que fracasa en todo con tal de darse la oportunidad de un nuevo triunfo, el farsante, el dueño del carisma movedizo”.
Sin embargo, para sorpresa de muchos entre quienes durante años admiramos su inteligencia y las centellas de su palabra, Monsiváis sucumbió ante el moderno líder carismático y, junto con Sergio Pitol, citando un texto de Rolando Cordera que establece la distinción entre “legitimidad” y “legalidad”, escribió y leyó el texto para la Segunda Asamblea Informativa de la Coalición Por el Bien de Todos, el domingo 16 de julio de 2006 en la plancha repleta del Zócalo.
Un premio Juan Rulfo, un premio Príncipe de Asturias y un destacado economista, militante de izquierda y miembro de la Junta de Gobierno de la UNAM, fueron los encargados de encabezar una larga lista de intelectuales indiscutibles que repiten, hasta el día de hoy, su acto de fe en el líder escogido para evitar la llegada del Yunque al Poder. El texto de aquello que tanto parecía un acto litúrgico en el templo del Zócalo decía entre otras cosas:
Los patrocinadores del fraude hormiga, los que desataron —y a nombre de la libertad de expresión, nada menos— la campaña de “López Obrador, un peligro para México”, exhiben también su mentalidad clasista: si un candidato presidencial es “un peligro para México” lo son también los que deciden votar por él en números tan elevados. Se ha recurrido al desprecio como técnica de entendimiento del país, y al declararse implícita y explícitamente a un gran sector “peligro para México” se ha promovido o “inaugurado” la polarización. No obstante, más que de un país dividido debe hablarse de una mayoría en los alrededores de la concentración extrema de la riqueza. Por eso el proceso electoral se ha encarecido en forma tan desproporcionada, y por eso la derecha festejaría si coloca a la democracia en la Bolsa de Valores. Esta es la gran disputa: democracia al alcance de todos o democracia (o como quiera llamársele) a precio de oro, con maniobreo incansable adjunto.
Los atisbos de retruécano e ironía cedieron ante la solemnidad de aquel acto en una Plaza Mayor, fanum,templo de la legitimidad. Para muchos, fanáticos, transportados de furor divino, sólo quedó clara la existencia de dos democracias, la buena, la de la gente, la que se manifiesta a mano alzada, convocada por el carisma del líder, y la otra, la de los polkos, de la bolsa de valores que, aun cuando nadie pueda probarlo, debió ser fraudulenta porque “el dedo de Dios lo escribió”.
La revolución no en un sentido laico, sino en un profundo sentido carismático que admiraría san Pablo. Y, así, queda del laicismo tan sólo lo anticlerical y lo jacobino del siglo XIX.
Pero se puede ser profundamente anticlerical y jacobino, aun sin ser laico. El laicismo exige desterrar no a una iglesia ni a una pandilla de polkos, sino a toda formulación antidemocrátrica a nombre de entidades o de bienes superiores.
Por el contrario, la necesidad del anticlericalismo existe inclusive en las iglesias, al menos en la católica que es a la que pertenezco y de la cual puedo dar testimonio. El peso de las cúpulas clericales estorba cada vez más a los creyentes. No es éste nuestro tema pero mucho tendría que decir yo al respecto en otra ocasión, porque gay entre izquierdas y derechas homófobas, católico en un partido comunista y comunista en una iglesia católica, conozco en carne propia lo que significa la lucha por la democracia que el laicismo supone, aun en las iglesias y aun en los partidos.
Pienso en Miguel Servet perseguido tanto por un clero como por el otro, por el de la Gran Prostituta del Vaticano y por el del modernizador Calvino, y quemado públicamente por los inquisidores de este último. Tal vez la mirada de Servet, al pie de la hoguera, haya sido antecedente de la de Vsevolod Meyerhold,
Como sea, el Estado nunca debe ser convocado por la fe. Ni a la manera del beligerante integrismo cristiano del ex presidente Bush ni del integrismo islámico de los ayatolas, como tampoco del discurso carismático de Fidel y de sus nuevas caricaturas. El clericalismo, no importa a qué iglesia se refiera, siempre será el gran enemigo de la libertad. Es otra manera de llamar al culto a la personalidad.
El clericalismo, no importa a qué iglesia se refiera, siempre será el gran enemigo de la libertad. Es otra manera de llamar al culto a la personalidad.
Tras la caída del Muro de Berlín y la apertura de archivos y memorias, en México, el debate que en el Partido Comunista llegó a su XIX Congreso fue sobre la democracia, y justamente sobre la manera de garantizarla en una forma de Estado que ofrecer a la sociedad. Ahí se decidió abandonar la fórmula antidemocrática de “dictadura del proletariado” para sustituirla por algo aún amorfo y balbuciente como “poder obrero democrático”, que quería recordar la “hegemonía” gramsciana sin parecer “burgués”.
No era sólo el PCM sino todas las izquierdas mexicanas las que se encontraban en ese debate. Pero el pragmatismo electorero llegó para transformar la democracia honestamente buscada tan sólo en arma demagógica, tal como ha sido siempre en un priismo que sabe ganar elecciones a como dé lugar. Y del debate sobre el Estado y su esencia democrática pasamos a la grilla para ganar curules aunque el fin justificara los medios. Nos volvimos neopriistas.
Pero ya es indispensable volver al debate sobre el Estado y regresar a uno de los puntos centrales de la socialdemocracia. En primer lugar en el orden de los factores para la consecución de la justicia social. Como condición sine qua non Marx plantea la abolición de la propiedad privada sobre los medios de producción, aun cuando ve la propiedad como colectiva y no estatal, porque el Estado patrón lo inventó la Unión Soviética y tan sólo lo copió el PRI.
Hoy creo sinceramente que en primer lugar debe estar la democracia. La democracia efectiva, en el terreno político y en toda la vida social. La democracia como garantía de que no haya “aboliciones” violentas, por más justas que sean, que acaben por volverse dictaduras, ni Estados guiados por líderes carismáticos y sostenidos en la mano alzada de sus fanáticos. Ahora más que nunca es preciso reivindicar la democracia como un punto de partida y una garantía sine qua non para las luchas de la izquierda.
En la democracia no debe de haber carisma sino leyes. No visitas al oráculo para conocer lo mejor que puede ocurrir a la nación, sino respeto a las propias reglas fijadas en una lucha para encontrar mayorías, con presencia real de minorías y posibilidades de alternancia entre unas y otras. Lo demás, por carismático, auténticamente popular y santo que nos parezca es autoritarismo, y va en camino de volverse dictadura.
Sin embargo, nuestra cultura como hacedores de cultura es religiosa aun a pesar nuestro, y es tiempo de cambiar las rutas. No sólo se trata de la corrupción priista que provoca el Ogro Filantrópico, sino el fanatismo de los biempensantes. Si, como en su momento Stalin, Mao y Pol Pot, hoy otra vez Castro, el Sup Marcos o el Peje nos exigen al servicio de las masas comulgar con ruedas de molino, y la metáfora busca ser sacramental, no debemos sentir que la democracia es tan sólo un privilegio de pequeñoburgueses que debe ser sacrificado en elfanum de la justicia social, ni pedir religiosamente perdón por ser democráticos antes de que el pueblo haya comido lo suficiente.
Ya es el momento de salir de una trampa que viene del siglo XIX. Es todo lo contrario: sin democracia no sabemos si habrá comida pero ya sabemos que seguramente habrá injusticia en un Estado autoritario. La democracia no es privilegio de una clase sino garantía de justicia, y muy especialmente para los más desprotegidos.
La imagen del Estado no debe ser para las culturas de la izquierda la de Iván el Terrible. No puede ser el líder que reparte los dones del Espíritu entre la gente de verdad. Tampoco volver a la imagen priista del Ogro Filantrópico, que brillantemente caracterizara Paz. La cultura de las izquierdas debe recuperar la democracia perdida tras el brillo de los ojos y las gesticulaciones de los tiranos, porque, sin ella, el viaje ya sea al fascismo ya sea al socialismo o ya sea a la colina del Vaticano, conlleva al dictador que nos obliga a olvidar, hasta el día de hoy, a un innovador como Meyerhold, mientras continúa el prestigio, el seguimiento y la canonización de alguien menos conflictivo como Stanislavski.
El punto de partida de la nueva sociedad socialista no debe ser la abolición violenta de la propiedad de los medios de producción. El punto de partida debe ser la instauración de la democracia. La democracia en todos los ámbitos, en lo público y en lo privado, para desde ella partir no hacia el engrosamiento del Estado patrón sino hacia las reformas que hagan posibles nuevas formas de propiedad colectiva.
Hablamos de sueños, pero los sueños son el espacio del artista. Y, como sea, prefiero soñar en los posibles caminos del socialismo en un país democrático que en la mirada de Vsevolod Meyerhold frente a la cámara fotográfica del esbirro de alguna NKVD resucitada. ®
Mérida, Yucatán, 4 de abril de 2007. Ponencia presentada el 9 de abril de 2007 en el marco del Seminario de Estudios Avanzados organizado por el Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM con el apoyo de la Fundación Friedrich Ebert: “Izquierda, democracia y crisis política en México: posibilidades de una socialdemocracia en México”, coordinado por Roger Bartra y Francisco Valdés Ugalde.

Luigi Fabbri: Elisée Reclus — “Correspondencia” (1925)

Luigi Fabbri: Elisée Reclus — “Correspondencia” (1925)

Traducción al castellano: @rebeldealegre

Los dos primeros volúmenes de la “Correspondencia”[1] de Elisée Reclus fueron publicados en 1911 por la connotada casa editorial de  Schleicher Bros. (de los que el presente editor del tercer volumen es sucesor); y fue una verdadera pena que la publicación haya tenido que ser interrumpida. Es por eso que saludamos con alegría, como la llegada de un querido amigo, este tercer volumen publicado catorce años más tarde, que completa una obra que nos parece de primordial interés desde el punto de vista histórico, cultural y anarquista.

Trataremos aquí la “Correspondencia” de Elisée Reclus desde el último punto de vista, el que, naturalmente, más nos interesa — aquel del anarquismo. Todos saben que Elisée Reclus, completamente absorbido por sus estudios científicos escribió poco de las teorías anarquistas: un libro, cuatro o cinco folletos, y un número moderado de artículos en periódicos y revistas. Podría tal vez incluirse entre sus escritos anarquistas también sus volúmenes “L'Homm et la Terre” (El Hombre y la Tierra), en los que ha logrado, por así decirlo, en el sentido anarquista, las síntesis histórica y científica, las conclusiones sociológicas de su gran “Geografía Universal”. Pero la objetividad del sabio, en su obra también, deja casi completamente al lector, la tarea de determinar y deducir los principios anarquistas que le dieron forma.

Por el contrario, en la “Correspondencia”, el anarquismo toma precedencia ante los ojos del lector; no del anarquismo fríamente doctrinario y forzosamente elaborado, sino del anarquismo vivo en la acción, vibrante de pasión, sentimiento y entusiasmo. La personalidad mental y moral de Reclus fluye siempre vivaz y palpitante ante nosotros, en la más bella armonía entre pensamiento y acción y en toda su coherencia y dignidad de hombre y militante.

La vida de Elisée Reclus, a medida que la seguimos en el escrutinio de sus cartas, se desarrolla en un curso lógico y progresivo,  y en sucesiva elevación mental y espiritual sin variar nunca. Todo su paso por el camino escogido se ha mantenido siempre igual, no era más que el resultado del camino precedente, distinto al de este mundo al  ser más brillante, más consciente, y más en compenetración con el  ámbito ideal de su vida.
 
Cuando, a poca edad, le escribió a sus padres con el corazón lleno de esperanza en el futuro, determinado a luchar por sus ideas, impaciente de todo obstáculo, y finalmente, cuando más de medio siglo después, al morir serenamente, y sin embargo feliz de leer los telegramas sobre el éxito de la revolución rusa de aquel año (1905), el supremo ideal de su vida y su apostolado permaneció el mismo — la sucesiva modificación y perfeccionamiento de programas y fórmulas — es decir, el ideal sintetizado en la palabra “anarquismo”, como esfuerzo por el mejoramiento y la auto-elevación, como batalla constante contra toda tiranía política, económica y religiosa, como tendencia a realizar una sociedad concordante de constituyentes libres e iguales, con el trabajo y la ciencia en fraternal armonía y una siempre mayor justicia.
 
Es obvio a lo largo de sus “Correspondencias”, que Elisée Reclus había comenzado en su propio ser esta revolución y con tal ejemplo nos muestra además que el primer deber de quien quisiera liberar a la sociedad de las tiranías materiales y exteriores es liberarse a sí mismo desde dentro de las tiranías del más bajo egoísmo, de las propias tendencias insalubres hacia la opresión y el parasitismo hereditario de un triste pasado, acercándose al ideal humano deseado y haciéndose a sí mismo un digno y útil combatiente.
 
La vida de Reclus, como aparece a lo largo de los volúmenes de cartas, — que para nosotros tienen el mismo valor que una autobiografía, y quizás más — podría considerarse la más eficiente “propaganda por el hecho” de los principios anarquistas, en la que su vida, sus actos, su conducta pública y privada, sus palabras estaban todas en armonía con la idea del anarquismo; en todo era constantemente aparente su cuidado por no ponerse en contradicción con sus convicciones libertarias y revolucionarias. Realmente fue capaz de decir con todo derecho que había “vivido su propia vida”, si esta expresión ha de tomarse en su más grande significado de vivir de acuerdo al deber libremente escogido, en el logro cotidiano de la misión voluntariamente elegida.
 
El leit-motiv de todas estas cartas de Elisée Reclus, aquel que particularmente toca al lector y le mueve, es la inmensa amabilidad que le inspiraba. No, compréndase, la amabilidad inferior e incompleta del resignado, el humilde y el servil. La bondad de Elisée Reclus fue una bondad militante y combatiente, en armas contra el mal, la injusticia, la opresión, contra todo vicio y falsedad. Es por eso que leer la “Correspondencia” no sólo es útil como propaganda de ideas, sino que también tiene una eficiencia revivificante del sentimiento, una alta influencia educativa. En momentos oscuros de desilusión e incertidumbre, “en la cruel hora de los lobos” (como lo denomina Pascoli) en el que la fraternidad humana parece morir tras la tormenta glacial del odio, cuando nuestros corazones parecen ir contra la esperanza y sentimos la necesidad de una fuente de amor de la cual sacar la fuerza de resistencia, abrir las páginas de este volumen de cartas es un gran consuelo moral. La serenidad y afección que emana de ellas nos sirven por igual para conquistar toda desesperación y todo pesimismo.
 
Sus cartas de erudición, también, reflejando sus viajes geográficos, se leen con un placer mezclado con dulzura, pues quien las escribe no es sólo el sabio en su asiento de estudio, sino el amigo, el hermano, el compañero, el igual que habla a su igual, y habla con una cordialidad y dignidad que nunca flaquea.
 
Las cartas a sus padres, hermanas y hermanos, a sus hijas, a todos sus parientes y a sus más íntimos amigos están llenas de una inexpresable ternura. Hay abundancia de aquella propaganda anarquista verdadera y apropiada que busca explicar y hacer comprensibles las ideas libertarias a amigos de opinión contraria. Estas cartas no sólo están dirigidas a aquellos que creen, en quienes el sentimiento de solidaridad vibra fuerte, en ocasiones buscan corregir fraternalmente algún vicio mental, o verter su desdén sobre cierta equivocación, o conquistar algún error. Además, son más para aquellos en quienes el feroz desprecio castiga la mala fe y la opresión enemiga que en vano busca detener el curso de las ideas.
 
Desde el punto de vista científico, histórico y político, la “Correspondencia” tiene, además, una importancia notable. Gran parte del primer volumen, por ejemplo, se refiere a los viajes geográficos de Elisée Reclus en América. . .
 
Desde el punto de vista anarquista, los volúmenes segundo y tercero son de más interés; en ellos se oyen los ecos de la Primera Internacional, la Comuna de París, el primer movimiento anarquista, con Le Révolté y el juicio de Kropotkin en Lyon, el período terrorista y el bombardeo del Anarquismo (1892-1894), etc. Desde este período se establece con qué orgullosa dignidad Reclus pudo mantener su cabeza a lo largo de la insidiosa reacción enfocada sobre él, haciéndole suspender su curso de geografía en la Universidad Libre de Bruselas — él quien fundó la Université Nouvelle, aún en existencia.
 
Pero, no nos cansamos de repetirlo, el mayor valor de la “Correspondencia” de Elisée Reclus yace en su carácter educativo y moral… Aquellos que, leyendo detenidamente este volumen de cartas, no se sientan movidos, se puede decir que son capaces también de comprender y aprobar el anarquismo como una fría teoría, pero lo sienten como el ideal de la vida humana. Pues, sin el sentimiento moral, todas las verdades del anarquismo serían totalmente insuficientes y estériles.


LUIGI FABBRI
"PENSIERO E VOLONTÀ",
ROMA, 1 de SEPTIEMBRE de 1925.


[1]"Correspondencia" vol. III; Publicado por Alfred Coste, París, 1925

Virgilia D'Andrea: Los vencidos que no mueren (1932)



Virgilia D'Andrea: Los vencidos que no mueren (1932)


Traducción al castellano: @rebeldealegre
Virgilia D'Andrea (1888—1933), anarquista y poeta italiana, escribe este bello texto para Umanità Nova en 1932.


Anarquía significa la destrucción de la miseria, el odio, la superstición, y la abolición de la opresión del hombre por el hombre; es decir, la abolición del gobierno y el monopolio de la propiedad.
 
La individualidad humana es un mundo profundo y misterioso que puede encerrar en sí toda visión de nuevos horizontes de variados y distintos sentimientos y afectos; por lo tanto el individuo, esta parte vital de la vasta armonía universal, debe poder dar libre escape a sus propias inspiraciones, debe tener la oportunidad de intentar toda vía que vea plena de luz y promesa. Debe ser libre de desarrollar sus actividades, inclinaciones y capacidades, sus energías a veces esotéricas, que siente palpitar en sí, todas ellas mutables en el espacio y el tiempo. Debe sentirse árbitro de su propio destino y dirigir el timón de su propia existencia hacia el puerto que sea el supremo sueño de su vida.
 
Los gobiernos, las religiones, las patrias, la moralidad, en sus propios intereses, no solo no reconocen aspiración individual alguna, sino que las violan y sacrifican. Los gobiernos oprimen al individuo. Las religiones obstruyen sus facultades racionales. Las patrias le empujan hacia el cataclismo y vórtice de la guerra. La moral le sofoca con imposiciones y deberes que están en contraste directo con sus necesidades e inclinaciones naturales. Estamos convencidos de que el ser humano jamás será liberado si está atado espiritualmente a los prejuicios de dioses, moralidades o cualquier forma de dominación o subyugación. Por ende, nuestra lucha es por liberarle de las garras de estas terribles restricciones intelectuales y económicas. Nos rebelamos contra la sociedad que despóticamente clama el derecho criminal de disponer de sus miembros.
 
El ser humano debe cambiar radicalmente las nociones que han sido clavadas en su cerebro con el martillo del hábito y de siglos de esclavitud, tales como: “Sin jefes nadie trabajaría,” “Nada florece sin Dios,” y “La vida social es imposible sin gobierno.”
 
Todo lo que es bello y grandioso es logrado por la peligrosa marcha de la humanidad, y siempre contra Dios, amos y gobierno.
 
La llama del pensamiento, la magnificencia del arte, los descubrimientos maravillosos, la audacia de las invenciones pertenecen a períodos revolucionarios, cuando la humanidad, cansada de las cadenas de sus restricciones, las destroza, y se detiene ebria para respirar la brisa del más vasto y libre horizonte.
 
A quienes afirman que sin gobierno, legislación y represión, necesarios para que la ley se respete y los transgresores sean castigados, habrá desorden y delincuencia, les contesto: Miren a su alrededor, ¿no pueden ver el temible desorden en todo dominio de la vida social. Desorden que reina a pesar de la autoridad que gobierna y de la ley que reprime? ¿No pueden ver que el incremento de regulaciones hace a la legislación más severa, el dominio de la represión se extiende, y la inmoralidad, la humillación, los crímenes y las faltas se multiplican? Y el espectáculo de injusticias, tan repugnantes, está ante nosotros, torturando nuestra alma y nuestra vida.
 
La toma del poder, el contacto con él, el apoyarlo, bajo cualquier pretexto de bandera, celebridad, homenaje a un espejismo o principio, a pesar de toda apariencia, a pesar de las trilladas y repetidas fórmulas, traen degeneración en todo tiempo y lugar, a personas, grupos y partidos. Lejos de ser estímulo del progreso, se vuelven fuerzas del conservadurismo. Y pronto, puesto que el mundo marcha independiente de éstos, se tornan en causas de reacción. El poder usa lo peor en el ser humano y lo peor entre los seres humanos; eleva, premia y exalta al vil y al servil, y odia y castiga la independencia y dignidad personal.
 
Nos preguntan: ¿Cuándo dominarán los anarquistas? Dominaremos nunca. Hasta el momento (su lejanía depende de cuán distantes estén vosotros de nosotros) de la realización de una sociedad basada en contratos libres y voluntarios, en la que nadie pueda imponer su voluntad sobre otros porque la asociación será libre y ocupada en el crecimiento y desarrollo en vez de en el sacrificio del individuo, estaremos siempre en nuestro lugar, junto a quienes, como nosotros, no quieren ser oprimidos, ni oprimir, y quienes quieren hacer avanzar a quienes son oprimidos. Seguiremos fuera de todo gobierno y contra todo gobierno para indicarle a las personas la vía a su propia liberación, donde tomarán en sus propias manos su propio bien y felicidad.
 
Nos preguntan nuevamente: ¿No serán entonces siempre vencidos? No! Es sólo que no nos engañamos con que para vencer debamos tomar el lugar del dominador vencido. Aún si la Anarquía no puede realizarse hoy, mañana, o tras siglos, lo esencial para nosotros es marchar hacia la anarquía hoy, mañana y siempre. Todo golpe a la institución de la propiedad privada o al gobierno; toda exposición de sus mentiras, toda actividad humana que pueda quitársele al control de la autoridad, todo esfuerzo por elevar la consciencia de las personas incrementando el espíritu de iniciativa y solidaridad, es un paso hacia la anarquía.
 
Requerimos discriminar entre progreso real hacia nuestro ideal y no confundirlo con reformas legales hipócritas, que, bajo el pretexto de la mejora inmediata, distrae a las personas de la lucha contra la autoridad y tiende a paralizar sus actividades, con la esperanza de que algo puede lograrse con la bondad de amos y gobiernos.


Virgilia D’Andrea, anarquista y poeta italiana.
Virgilia D’Andrea, anarquista y poeta italiana.

Virgilia D’Andrea, un alma libre

Virgilia D’Andrea, un alma libre

Virgilia D'Andrea. poeta y anarquista.
Virgilia D’Andrea. poeta y anarquista.
EXCÉNTRICOS, RARAS Y OLVIDADOS. Natalia Fernández Díaz-Cabal / Lingüista y traductora.
Hay vidas que surgen del barro y otras substancias aún más inmundas que, sin embargo, no consiguen aniquilar la dignidad. Tal es el caso de Virgilia D’Andrea, anarquista y poeta italiana.
Vino al mundo en una tierra de temblores -los Abruzos- y pobreza, en febrero de 1890. Su madre murió cuando ella aún era muy niña y su padre se casó en segundas nupcias, y tuvo dos hijos con su nueva mujer. Una reyerta de trasfondo pasional confuso se llevó por delante la vida del padre y de sus hermanos, y la solitaria Virgilia, de seis años a la sazón, fue recluida en un centro católico para señoritas, donde tomaron los restos de su alma para adoctrinarla sin infundirle calor -su tutor solía decirle que ella no era como las demás y que se hiciera a la idea de que tampoco podría aspirar a los gozos y las sombras de la comodidad burguesa-.
Bien es cierto que Virgilia era muy diferente a todas. La materia prima que la constituía era el dolor y, pese a todo, estaba dotada para una generosidad exorbitante. Marcaría su vida el asesinato de Umberto I, ella, que sabía muy bien lo que significaba una muerte violenta. Tenía unos diez años cuando, de paseo con otras internas, se encontraron la ciudad ahogada por los crespones negros por la muerte de Umberto I. Cuando ella preguntaba a las monjas para conocer algo cercano a la verdad, se encontraba las puertas herméticamente cerradas. La verdad, entonces y siempre, tendría que buscarla ella misma. En 1915 la sorprende el brutal terremoto de Avezzano, que causaría 30.000 víctimas mortales, y al que sobreviviría. Hacía poco que había salido del orfanato para ejercer de maestra rural. Pero la inquietaban los problemas de su gente, las miserias que sufrían, las injusticias que los arrasaban y condenaban.
Empezó tomando contacto con los grupos socialistas -al frente de las mujeres socialistas firmó un manifiesto en 1917 para que finalizara la Primera Gran Guerra-, luego pasa a las filas anarquistas a partir de Armando Borghi -su pareja vitalicia, sin matrimonio “legalmente constituido”, puesto que defendían el amor libre-. En realidad, Virgilia sostenía que el amor solo puede ser libre. Y bien es cierto que el amor esclavo, si tal oxímoron fuera posible, no sería amor.
Había empezado, junto con las actividades de un antifascismo propagandístico encaminado al alivio del dolor de la población civil, a escribir poesía. Poesía militante, de formato clásico en su rima y arquitectura, pero muy del gusto incitador, en tono heroico, sin dejar de lado la ternura. Así es como ve la luz Tormento, un librito de exaltación de las libertades y de la lucha, precedido por un arrebatado prólogo de un personaje mítico en el anarquismo, Errico Malatesta. Al día siguiente las autoridades ya le habían interpuesto denuncia por  “incitación al odio”. La detienen efectivamente en 1919. Y una segunda vez en octubre de 1920, acusada de conspirar contra el Estado. Cuando sale es prácticamente la única persona al frente de la publicación libertaria Umanità nuova. En 1922 vivir en Milán, adonde ella y Borghi se habían desplazado, se hace casi imposible: no los aceptan ni en los hoteles. Ya son varios los aldabonazos; la mujer que ha surgido de la tierra ya no tiene tierra que la ampare y ha de huir. Consigue un pasaporte para Alemania, donde en principio viaja para asistir al Congreso Obrero Sindical Internacional, pero ya no vuelve. En Berlín le espera una vida de privaciones y persecuciones. Ella y Borghi lo habían perdido todo: antes de salir de Italia dejaron sus pocas pertenencias en casa del editor de Virgilia. Pero el editor fue detenido y los objetos personales confiscados.
La muerte de Malatesta
Por suerte, la estancia germánica es breve. Luego recalan en Ámsterdam, ciudad efervescente de movimientos anti-fascistas, y de ahí se establecen en París, lo que permite a la poeta inscribirse en la Sorbona y publicar el que habría de ser su segundo libro, L’ora di Maramaldo, un alegato contra Mussolini. En 1926, y precisamente en la capital francesa, funda la revista Veglia, que habría de ser todo un referente en el mundo libertario. Llegan a salir ocho números. En 1928, el cónsul de los Estados Unidos en París le facilita un permiso para ir a Nueva York. Borghi ya estaba allá. Había conseguido entrar clandestinamente. Había fracasado un plan previo: la boda de Virgilia con un amigo de New Jersey para convertirse rápidamente en ciudadana americana. Pero las autoridades lo detectan y lo impiden: ¿quién va a osar casarse con una peligrosa propagandista subversiva? Pero la huida solo podía ser hacia adelante. Imposible volver a Italia.
Una vez en Estados Unidos empieza su carrera como oradora -como la brillante anarquista Emma Goldman-, que la lleva desde la costa Este hasta California. Pero sentía que sus fuerzas no estaban a la altura de las exigencias. Se sentía cansada. Y, por añadidura, se había instalado en ella un sufrimiento infinito y una sensación de inutilidad. En 1932 le alcanza la noticia de la muerte de Malatesta, prisionero desde hacía tiempo en su propio domicilio romano. Virgilia se encontraba en Boston. La mala noticia fue la gota que colmó un vaso de hiel y que se sumó a lo que sería una cadena de dolor sin fin. Poco después la ingresaron con una fuerte hemorragia que la obligó a pasar una intervención quirúrgica de urgencia.
Tras haber vuelto a una aparente normalidad se sumergió en Nueva York en el proyecto de un nuevo libro de poesía, Torce nella notte. Pero la normalidad, o su portavoz más habitual, la rutina, le fueron esquivas desde entonces. Tras muchos altibajos, entró en una fase de profunda debilidad física, acompañada de dolores atroces. Cuando, acompañada por Borghi, acuden a un especialista, este, por toda explicación, frunció el ceño. Era el 1º de Mayo de 1933. En las calles sonaban las voces de los trabajadores y su rebeldía. Nadie les comunicó nada, pero Virgilia lo leyó claramente, de refilón, en un informe: carcinoma. La ingresan (nunca se supo si el tumor era abdominal, como se sostuvo mucho tiempo, o de mama, como indican algunas fuentes). Lo cierto es que la operan de nuevo. Borghi le llevó, entre excitado y triste, el primer ejemplar de Torce nella notte, que acababa de salir publicado. Era el 11 de mayo y Virgilia besó y acarició la portada del libro. Fallecía pocas horas después. La prensa, en bloque, se negó a publicar su obituario.
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Dominación de tiempo completo

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Dominación de tiempo completo

Raúl Zibechi

En todo tiempo ha sido importante conocer los modos en que dominan las clases dominantes. Buena parte del pensamiento anti-sistémico, en sus más diversas vertientes, ha estado dedicado a la comprensión de esos modos, en particular en los periodos de cambio y viraje, cuando los de arriba crean nuevas formas de opresión, en ocasiones brutales, las más de las veces sutiles e invisibles.
El historiador catalán Josep Fontana publicó semanas atrás un removedor artículo titulado La lógica del campo de concentración(Sinpermiso, 19 de julio de 2015), en el que afirma que Grecia se ha convertido en un campo de concentración donde los trabajadores no tienen derechos y además tendrán pensiones miserables, que es el modo de eliminar a los que ya no son productivos.
Fontana es uno de los más respetados historiadores vivos, de vasta producción y sólida formación marxis­ta. No es una persona que acostumbre agitar sin fundamento. En su breve artículo (que merece la mayor difusión) y con base en los más recientes trabajos sobre los campos, sostiene que no eran –solamente– lugares de exterminio, sino organizaciones industriales gestionadas con criterios económicos peculiares, pero muy racionales, para obtener los máximos beneficios.
Dice que hasta la propia aniquilación de los judíos fue pensada con criterios de rentabilidad, forzados los prisioneros a trabajar hasta el agotamiento y la muerte en la construcción de carreteras, minas de carbón, granjas y hasta en la fábrica de caucho sintético de IG Farben.
Para Fontana, es importante pensar en las semejanzas que hay entre la lógica de los campos de concentración y las políticas de austeridad que nos imponen, ya que los fundamentos son los mismos: reducir al mínimo los costes del trabajo y eliminar a quienes no producen. Suena muy fuerte, pero es una invitación a reflexionar sobre el mundo en que vivimos, algo que nos resulta urgente en América Latina.
Giorgio Agamben, en Homo sacer (Pre-Textos, 1998), advierte: El campo de concentración y no la ciudad es hoy el paradigma político de Occidente (p. 230). Dice más: Desde los campos de concentración no hay retorno posible a la política clásica (p. 238). Llega a esa conclusión a través del concepto de nuda vida, vida desnuda, desprovista de derechos reales, carne sin más,indistinción entre derecho y hecho, norma y vida biológica.
Nos dice Agamben que hoy la dominación consiste en que nuestras vidas han sido despojadas de toda cualidad humana, como si los seres humanos hubiéramos sido reducidos a vegetales o carne animal.
No se trata de pensar el campo de concentración como espacio cercado de alambradas y torres de vigilancia, sino como mecanismo más sutil (a veces), que reduce nuestras vidas a un mero ir y venir desde el trabajo (casi esclavo) al consumo (ambos en espacios hipervigilados con cámaras). Vida biológica, donde a los sujetos les han quitado la menor posibilidad de regular sus tiempos de trabajo y de reproducción. Heteronomía en estado puro, como ya sucede en la maquila, pero en realidad en todos los espacios y tiempos de la vida cotidiana. Dominación de tiempo completo. Por eso Agamben señala que la vida desnuda, nacida en los grandes estados totalitarios del siglo XX, es hoy la vida normal.
Llegados a este punto, debemos preguntarnos: ¿cómo se hace política en estas condiciones? ¿Cómo se trabaja para la emancipación? La respuesta más acertada es que no sabemos, que tenemos que aprender, reflexionar, probar. Desconfiar de quien tiene ya la respuesta preparada.
La pregunta decisiva: ¿qué izquierda, qué tipo de movimientos, para una realidad de dominación y control de este tipo?
La experiencia reciente de Grecia puede ser un buen comienzo. Decir que Tsipras es un traidor es el peor camino, porque sugiere que todo consiste en poner a otro en su lugar para resolver el dilema. Cuando el problema es, precisamente, que cualquiera que ocupe ese lugar no puede hacer otra cosa. En términos del campo, el que ocupa esos cargos no puede sino hacer el papel de guardián. O lo aniquilan.
A partir de estas consideraciones, para quienes seguimos empeñados en la resistencia y la emancipación parece necesario reflexionar en dos direcciones.
La primera es poder discernir sobre las distintas modalidades que va asumiendo el paradigma del campo de concentración en nuestras sociedades, cómo se manifiesta, cuáles son las alambradas inmateriales que nos cercan, quiénes son los guardianes, dónde están los barracones, y así hasta tener un panorama claro.
Es tarea central, que nos permitirá situarnos dónde estamos, observar qué características tiene la dominación, pero también cuáles son sus puntos débiles. En principio, y salvo demostración contraria, las instituciones estatales deben ser consideradas parte deldispositivo campo.
La segunda es comenzar a construir un tipo de organización para operar dentro del campo, con la perspectiva de escapar y, en algún momento, destruirlo. Hasta ahora la mayor parte de las organizaciones, partidos de izquierda y movimientos populares han actuado más como guardianes que como organizadores de fugas, aun no siendo conscientes de ello.
Serán necesarias organizaciones capaces de construir espacios seguros fuera del control de los poderosos (James Scott), donde sea posible organizar fugas y otras acciones. Ya no estamos en la era fabril (disciplina en espacios cerrados), cuando la opresión se concentraba en el taller, donde burlaban el control de los capataces. Lo mismo vale para las mujeres, que siempre crearon espacios de libertad en la opresión. "La biopolítica –escribe Agamben– hace vano cualquier intento de fundar las libertades políticas en los derechos del ciudadano" (p. 231).
Para recorrer este camino no hay manuales. La experiencia histórica, la de los esclavos y los indios, puede servirnos de inspiración. La comunidad y el quilombo parecen referencias ineludibles. Lo demás deberá ser improvisado. Salvo la ética y el deseo de libertad.

http://www.jornada.unam.mx/2015/08/07/opinion/018a2pol

♪♬...A todos los que sufren del mundo la injusticia
y cargan en la vida la cruz de su dolor
les traigo humildemente con mis sencillos versos
un mensaje sincero de fraternal amor.
A todos esos parias sin pan y sin abrigo
que vagan pesarosos llorando su orfandad
les traigo en mis canciones los ecos libertarios
que habrá de escuchar un día toda la sociedad.
A todas las mujeres madres, novias, y esposas
que luchan y trabajan, cuidando del hogar,
les dedico mi canto con el franco cariño
del hijo y del hermano que siente y sabe amar.
A Los trabajadores que se han envejecido
forjando la grandeza de toda la nación
con ansia los estrecho hermanos en mil abrazos
como estreche a mi padre contra mi corazón.
A todos esos jóvenes que van desorientados
sin cultivar en su alma la flor de un ideal
yo quisiera pedirles que lean y se instruyan
que piensen, que trabajen, y eleven su moral.
A todos los hermanos que habitan esta tierra
les pido que en la dicha como en la adversidad
se ayuden mutuamente ligando sus ideas
con lazos de respeto y confraternidad...♪♬
(del muro de Damian Alejandro)

Kronstadt, no olvidamos

[efemérides] Kronstadt, no olvidamos: 30.000 anarquistas muertos por Lenin y Trotsk e Historia: La rebelión de Kronstadt contra el bolchevismo

[efemérides] Kronstadt, no olvidamos: 30.000 anarquistas muertos por Lenin y Trotsky

kronstadtUn 7 de  marzo de 1921, 30.000 mil anarquistas fueron exterminados por órdenes de Lenin y su jefe de la represión, Trotsky. Los revolucionarios rusos fueron traicionados por el partido bolchevique, que dio un golpe de Estado dentro de la Revolución. La rebelión de Kronstadt fue el símbolo de la resistencia popular frente al totalitarismo que iba imponiéndose, fue la colisión entre dos maneras de entender el comunismo que venía ya de atrás, la manera libertaria y antiautoritaria (anarquista) y el modo autoritario y centralista (marxista). Reproducimos un artículo de El Refractario que recuerda estos hechos de los que hoy se cumplen 92 años, inaugurando así una sección de efemérides que iremos insertando en EL GOMERU porque, “el que olvida su pasado, está obligado a repetirlo”. Os invitamos también a leer en PDF los libros de Paul Avrich: Kronstadt 1921 y de Alexander Berkman, ABC del Comunismo Libertario que dedica un amplio capítulo a esta rebelión.
Tras la Revolución de Octubre de 1917, con el golpe de mano del Partido Bolchevique haciéndose con el poder del Estado, dos posturas revolucionarias movían el espíritu de los proletarios. Por una parte se enmarcaban las tesis de los bolcheviques partidarios de una concepción centralizada del poder y la sumisión de todos los aparatos económicos, políticos y sociales a la disciplina del partido y del Estado. Frente a ellos se concentraba una concepción federalista de la sociedad donde los proletarios y campesinos directamente llevarían su vida y gestionarían la política, la economía y lo social. Esto seria el socialismo de acción, EL ANARQUISMO. Junto con la guerra civil rusa (1918-21) que se estaba llevando adelante, el gobierno bolchevique procedió a la purga de los elementos hostiles a su política, entre ellos los Anarquistas. A través de la La Cheka, policía política de Lenin, se procedió a la detención de todos los elementos que tuvieran bajo la dirección del partido, cuando también se procedió a su EXTERMINACIÓN.
A raíz de esto, junto a medidas económicas que se implementaban desde el llamado comunismo de guerra, se produjeron diversos alzamientos fruto de ese malestar. En este panorama se produce el alzamiento de Kronstadt (que junto con el ideal de Makhno son las luchas por el socialismo libertario).
Kronstadt protestaba por la falta de libertad y de oportunidades que el gobierno bolchevique ofrecía. Sus reivindicaciones se limitaban a pedir soviets libres, libertad de prensa y reunión para todos los grupos socialistas y la libertad de los presos políticos social-revolucionarios y anarquistas. También pedían que los bolcheviques no ejercieran más poder sobre el proletariado sino que fueran los trabajadores mismos los que dirigieran y administraran su producción y su vida. El lema de Kronstadt era: ¡Viva Kronstadt roja con el poder de los soviets libres! Se constituyo un soviet en los acorazados Petropavloks y Sebastopol, teniendo como personajes mas destacados a los simpatizantes anarquistas Petrichenko y Perepelkin. Como se ve sus reivindicaciones eran justas, enmarcadas dentro del proyecto socialista y libertario.
Leer Kronstadt 1921 de Paul Avrich
Pero sin embargo frente a las antes mencionadas tesis benevolentes se alzo un aparato burocrático-estatal que bajo la capa del socialismo ahogo la verdadera revolución. El gobierno bolchevique, sobre todo con Trotzky y Zinoviev a la cabeza, monto una campaña de difamación contra Kronstadt con el objetivo de atacar la revolución. Trotzky, dirigente del Ejercito Rojo y comisario de Asuntos Exteriores, en 1917 afirmo que Kronstadt era “la flor y nata de la Revolución”, para cuatro años después tacharla como “la canalla contra-revolucionaria”. Se empezó a afirmar que Kronstadt iba a vender Rusia a los ejércitos blancos del zar, que la sublevación estaba dirigida por zaristas y que solo era una maniobra contra-revolucionaria de social-revolucionarios y mencheviques contra la Rusia bolchevique. Todo era una campaña de mentiras ante el temor a la verdadera revolución que iba a destronar definitivamente a los nuevos zares. Bajo unos falsos planes de negociación se estaba gestando el ataque. Ante las palabras de Trotzky “os aplastaremos como perdices”, los anarquistas de Petrogrado, Emma Goldman, Alexander Berkman, Perkus y Petrovsky dirigieron un escrito a Zinoviev para la acción. Pero nada es posible. Todo el partido bolchevique esta de acuerdo en que habia que aplastar Kronstadt. Y ese ataque tenia que ser inmediato, pues si se llegaba a la epoca del deshielo seria imposible atacar. Así pues, el 7 de marzo de 1921, a las 18:45 horas, Trotzky, Toutjachevsky y Dibenko dieron la orden de bombardear. Aunque Kronstadt resistio, el 18 de marzo los bolcheviques la toman definitivamente.
Fue el fracaso de la revolución. Los verdaderos contrarrevolucionarios eran aquellos que decían defender la revolución soviética. Tras el fracaso de Kronstadt la represión continuo y, con la llegada de Stalin al poder pocos años después, se multiplico. Paginas tan brillantes como la de Kronstadt solo se escribiera con la epopeya de Makhno en Ucrania y sobre todo con la Revolución Social Española de 1936. Que Kronstadt no quede en el olvido. Que aquellos luchadores no eran contrarrevolucionarios como los marxistas los presentan, sino combatientes por un ideal de justicia. En la mente de muchos, ejemplos como el de la revolución de Kronstadt siguen y seguirán latentes.

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Sailors

Historia: La rebelión de Kronstadt contra el bolchevismo

El 7 de marzo de 1.921 comenzaron a caer obuses sobre Kronstadt, ciudad que Trotsky había bautizado como “el orgullo y la gloria de la Revolución Rusa”. El ataque artillero preparaba el asalto de más de 50.000 soldados que el gobierno bolchevique había concentrado en Petrogrado para ahogar en sangre la según los bolcheviques “traición, urdida por zaristas, espías franceses y dinero finlandés”.
¿Qué era Kronstandt?

Una ciudad fortificada y base naval, mandada construir por el zar Pedro el Grande en el siglo XVIII y en la isla Kotlin, en el golfo de Finlandia. Defendía el acceso a Petrogrado, situada a 30 kilómetros, y a la parte norte del país. Era el núcleo de la flota rusa del mar Báltico, la más numerosa e importante. Rodeada de fuertes secundarios y baterías navales se comunicaba en invierno mediante caminos trazados sobre la gruesa capa de hielo que recubría el golfo. La construcción más emblemática de la ciudad era la Plaza del Ancla, preparada para desfiles militares y más tarde utilizada para inmensas asambleas, capaz de albergar 30.000 personas, casi el total de la población en los momentos que nos ocupa. Estaba habitada por los marineros de la flota del Báltico, residentes en grandes cuarteles; por los soldados de la guarnición, mayormente artilleros; por varios miles de obreros de los arsenales e industrias auxiliares y por funcionarios, comerciantes, artesanos y sus respectivas familias.

Tradicionalmente los marinos se reclutaban entre los obreros más calificados, los más políticamente avanzados. Además tenían facilidad para conocer otros países y la diferencia entre sus regímenes y la brutal opresión de la monarquía zarista, podían establecer contactos con las ideas y programas de grupos políticos exteriores y rusos emigrados y además podían hacer circular, pese a la severa disciplina y vigilancia, literatura prohibida en su país. Por otra parte les contagiaba la proximidad de San Petersburgo, luego Petrogrado, donde la vida política e intelectual era intensa y la actividad de grupos revolucionarios se desarrollaba entre los obreros y los numerosos estudiantes universitarios provocando manifestaciones y tumultos periódicos.
La concienciación y compromiso de los marineros de Kronstadt se evidenció en las serias revueltas de 1.905, 1.906 y 1.910, duramente reprimidas, y sobre todo en la revolución de 1.917. Los grupos bolcheviques, socialistas revolucionarios, anarquistas, maximalistas y sindicalistas, bien organizados, ejercían una profunda influencia en la población y la energía desatada situó a Kronstadt en la vanguardia de la revolución, ayudando a los bolcheviques a tomar el poder y a merecer toda clase de elogios por parte de los nuevos dirigentes.
El contexto general
A comienzos de 1.921 se podía dar por terminada la guerra civil . Los ejércitos blancos habían sido derrotados, el gobierno menchevique de Georgia estaba sometido y los últimos restos de las milicias anarquistas ucranianas se batían a la desesperada, con su líder, Néstor Makhno, herido y acorralado. Sin embargo, una profunda crisis económica se extendía por el país; las comunicaciones no se restablecían adecuadamente, la industria estaba paralizada y la producción agrícola había disminuído drásticamente.
Durante la guerra el gobierno bolchevique había impulsado una política económica de férreo control estatal, el llamado Comunismo de Guerra. La vida pública estaba prácticamente militarizada y sometida a todo tipo de controles y en los aspectos económicos este control era asfixiante. Los instrumentos principales de esta política eran los zagraaditelnye otriady, destacamentos armados que efectuaban las requisas y confiscaciones, muchas veces verdaderos expolios, a los campesinos y que rodeaban las ciudades para evitar el comercio no controlado, sus actuaciones eran a menudo brutales y arbitrarias; además se había organizado una eficaz policía política para aterrorizar a los disidentes y descontentos, la Cheka, que no dudaba ante el asesinato y la tortura. La situación del campesinado era similar a la esclavitud feudal zarista, sobre todo en las granjas estatales, los Kolzsjos; los obreros industriales estaban obligados a jornadas de trabajo extenuantes, dada la caída en picado de sus salarios, que sin embargo no les procuraban medios suficientes de subsistencia. Los sindicatos también estaban controlados y las protestas eran reprimidas como actos de traición. Con el final de la guerra cabría esperar el cambio de esta política, pero esto no se produjo. Los disturbios y las huelgas se extendían espontáneamente por las principales ciudades, sobre todo Moscú y Petrogrado en demanda de mejoras económicas y de la vuelta de las libertades conseguidas al comienzo de la revolución. La respuesta del gobierno bolchevique fue el envío y despliegue de tropas, liberadas por el cese de los combates, y carta blanca para la actuación de la cheka, como ocurrió en Petrogrado.
La actitud de Kronstadt
Kronstadt ya había tenido fricciones con el gobierno bolchevique. Fue de las primeras ciudades en nombrar su soviet, su propia milicia y sus comités populares para organizar autónomamente la vida en los barcos, las fábricas, la distribución de alimentos, el aprovechamiento agrícola de las tierras circundantes… El eje sobre el que giraba la sociedad kronstiana era la Plaza del Ancla, sede de multitudinarias y activas asambleas. La burocracia centralizada orquestada por el nuevo poder chocó con este sistema de vida, la firma del tratado de Brest-Litovsk, entre Lenin y el gobierno alemán, que significaba la renuncia a la extensión de la revolución, irritó a la población. Los marinos vieron además catastrófica la reorganización militar decretada por Trotsky para poner en pie el Ejército Rojo y que abolía el poder de las asambleas en los barcos y reinstauraba la disciplina y jerarquía anteriores, precisamente la revolución había sido posible por el arresto y ejecución de buena parte de los antiguos oficiales. El carisma de los bolcheviques declinaba y miles de marinos abandonaban el partido. El soviet de Kronstadt se vaciaba de bolcheviques y acogía un mayor número de socialistas de izquierda y anarquistas. Con el fin de la guerra los marineros obtuvieron permisos y pudieron comprobar sobre el terreno los estragos que el Comunismo de Guerra ocasionaba por todo el país.
Con ocasión de las huelgas y disturbios en Petrogrado, Kronstadt envió una delegación a la ciudad y, a pesar de los obstáculos que le interpusieron, pudo constatar en toda su crudeza las condiciones en que vivían los obreros y la represión que se estaba desatando sobre ellos. El hecho de conocer que se amenazaba a los huelguistas con la marcha de los marineros de Kronstadt sobre Petrogrado para reinstaurar el orden irritó sobremanera a los 32 delegados desplazados. El 28 de febrero se celebraron tensas reuniones a bordo de los acorazados Petropavlovsk y Sebastopol, anclados en Kronstadt, que emitieron una resolución conjunta de 15 puntos. Esta resolución será refrendada el 1 de marzo por una gran asamblea en la Plaza del Ancla; la prepotencia y amenazas de los oradores bolcheviques, sobre todo los prebostes Kalinin, presidente de la República, y Kuzmin, comisario jefe de la flota, consiguieron que el refrendo fuera prácticamente unánime. La resolución contiene las bases y programa de la rebelión. Exige la celebración inmediata y generalizada de elecciones para sustituir a todos los soviets locales por soviets libres; la libertad de palabra y prensa para todos, en especial anarquistas y socialistas de izquierda; libertad de reunión de sindicatos obreros y campesinos; libertad para los revolucionarios encarcelados; cierre de las oficinas del partido bolchevique sostenidas por el Estado; supresión de los zagraaditelnye otriady y sus confiscaciones; igualación de las raciones de víveres; abolición de los destacamentos militares comunistas permanentes en fábricas o unidades militares…
Finalmente, se consumó la ruptura con las autoridades al designarse un Comité revolucionario provisional, Revkon, en tanto se celebrasen elecciones al nuevo soviet y procederse al arresto de los bolcheviques más destacados. Se comenzó a imprimir un diario, Izvestiia, cuya cabecera subrayaba “Todo el poder a los soviets y no a los partidos”. Sin embargo, hasta que no se intercambiaron los primeros cañonazos Konstradt siempre pensó que el acuerdo con los jerarcas bolcheviques era posible sin derramamiento de sangre.
La reacción bolchevique
El gobierno de Lenin, Trotsky y Zinoviev no iba a consentir el deseo de los kronstianos de encabezar esta “Tercera Revolución”. Se trató primeramente de aislar el movimiento haciendo desaparecer a las decenas de delegados de las comisiones informativas que salían de Kronstadt y formulando diversas acusaciones masivamente difundidas por su aparato de propaganda: complot de oficiales zaristas, engaño de espías de países extranjeros, entrega de la ciudad al ejército finlandés… El miedo a la extensión del movimiento y a la llegada de la primavera, que permitiría, a comienzos de abril con el deshielo del golfo, la movilidad de la flota; les determinó a aplastar militarmente Kronstadt cuanto antes. Así decretaron el arresto de todos los familiares de los kronstianos en calidad de rehenes, ejecutaron a los responsables de la escuadra aérea, que simpatizaba con el movimiento y concentraron en Petrogrado ingentes cantidades de armamento y hombres. Según revelarían los últimos prisioneros del ejército rojo, apresados por los kronstianos el 17 de marzo, no menos de 80.000 fusileros, varios miles de jinetes, 4 trenes blindados, decenas de baterías móviles…constituían el formidable aparato militar lanzado contra Kronstadt.
La caída de Kronstadt
La ciudad no era un hueso fácil de roer, sus sólidas murallas , su potente artillería y la resolución de sus habitantes alargó el asedio durante 11 días. El 7 de marzo comenzó el cañoneo de la fortaleza. Los kronstianos confiaban en un levantamiento generalizado de Petrogrado, pero la presencia del ejercitó lo imposibilitó. El ataque se vertebró sobre los Kursanty, fanáticos cadetes de las academias de oficiales del Ejército Rojo y sobre los destacamentos de la Cheka. La situación de muchos de los asaltantes fue increíblemente dramática. Como en otras ocasiones las tropas de choque las constituían principalmente mongoles y asiáticos que apenas entendían el ruso; si una unidad se negaba a atacar se la desarmaba y sus miembros enviados a presidio; si vacilaba se ejecutaba a la quinta parte de sus efectivos. La artillería de Kronstadt resquebrajaba el hielo del golfo y oleadas de asaltantes perecían en el agua helada; pero si trataban de retroceder los kursanty los ametrallaban por la espalda.
Finalmente la constante afluencia de refuerzos atacantes y la debilitación progresiva de los recursos de Kronstadt provocó que el 17 de marzo un ataque masivo de soldados envueltos en sudarios blancos consiguiera penetrar en la fortaleza. La lucha cuerpo a cuerpo se prolongó hasta el 18 de marzo en que la ciudad fue totalmente ocupada. Algunos grupos de kronstianos consiguieron abrirse paso hasta Finlandia y otros se dispersaron por la región pero la gran mayoría de los vencidos fueron ejecutados por la cheka o enviados a campos de concentración de la helada región de Arkangelsk y del Turquestán.
La aniquilación de Kronstadt fue el ejemplo de lo que los dirigentes del partido bolchevique entendían por dictadura del proletariado, fue la constatación de cómo la nueva burocracia traicionaba los ideales revolucionarios en su afán de retener el poder y eliminar toda disidencia. Pero la rebelión de Kronstadt es también ejemplo de cómo los seres humanos somos capaces, en circunstancias excepcionales, de enfrentarnos a la opresión y arriesgar la vida por un mundo mejor.
Publicado por Evgeny Pashukanis en 17:05